A la cara que llora, una abeja: Proverbio japonés y significado

Proverbios

Pronunciación de “泣きっ面に蜂”

Nakittsura ni hachi

Significado de “泣きっ面に蜂”

“A la cara que llora, una abeja” es un proverbio que expresa cuando desastres o desgracias adicionales se acumulan encima de una situación ya difícil o cuando alguien ya está triste.

Este proverbio describe situaciones donde una desgracia por sí sola ya es suficientemente dolorosa, pero luego calamidades adicionales vienen cayendo. El estado de llorar indica que alguien ya está lidiando con algún tipo de problema o tristeza, y el nuevo dolor de ser picado por una abeja enfatiza la acumulación de mala suerte.

En cuanto a los escenarios de uso, se usa para describir situaciones cuando amigos o familiares son golpeados por una serie de problemas. También se usa cuando se lamentan las propias circunstancias. La razón para usar esta expresión es que en lugar de simplemente decir “es terrible”, puede transmitir de manera más impresionante la irracionalidad de las desgracias acumuladas y situaciones donde uno se siente como si estuviera siendo intimidado por el destino mismo. Incluso hoy, se usa naturalmente para expresar situaciones donde las desgracias se acumulan, como enfermarse después de cometer un error en el trabajo, o ser abandonado por un amante justo después de fallar un examen.

Origen y etimología

“A la cara que llora, una abeja” se cree que se originó de las experiencias de vida de la gente común durante el período Edo. Esta expresión literalmente describe una situación donde una abeja pica una cara que llora, pero en lugar de estar basada en experiencias reales, probablemente fue una frase metafórica creada para expresar cómo se acumulan las desgracias.

Para la gente del período Edo, las abejas eran criaturas familiares pero aterradoras. En ese tiempo, los sistemas médicos modernos no estaban en su lugar, así que ser picado por una abeja era un problema serio. Ser picado en la cara causaría hinchazón severa y dolor intenso, verdaderamente simbolizando una situación de ser pateado mientras se está abajo.

La expresión “nakittsura” (cara que llora) también es interesante. En lugar de simplemente decir “cara que llora”, usar “nakittsura” enfatiza una apariencia más miserable y lamentable. La inclusión del sonido “tsu” añade una sensación de miseria al sentimiento fonético.

El trasfondo del establecimiento de este proverbio probablemente yace en la cultura de los plebeyos de Edo de “reírse de las cosas”. La sabiduría de la gente común tratando de aliviar sus sentimientos aunque sea un poco expresando situaciones verdaderamente dolorosas a través de metáforas extremas puede estar incrustada en este dicho.

Datos curiosos

La tendencia de las abejas a dirigirse a las caras humanas, especialmente la piel humedecida con lágrimas, en realidad tiene sentido biológico. Las abejas tienen el hábito de buscar sal, y pueden ser atraídas al contenido de sal en las lágrimas. En otras palabras, “A la cara que llora, una abeja” podría verse como expresando un fenómeno que podría ocurrir inevitablemente en lugar de por casualidad.

Al examinar la literatura del período Edo, encontramos que una expresión similar, “yowarime ni tatarime” (desgracia sobre debilidad), se usaba alrededor del mismo tiempo. Ambas expresan la acumulación de mala suerte, pero “A la cara que llora, una abeja” tiene una imagen más concreta y visual, que es probablemente por qué penetró más profundamente entre la gente común.

Ejemplos de uso

  • Me resfrié en mi precioso día libre, y es A la cara que llora, una abeja con la lluvia empezando a caer también
  • Mi búsqueda de trabajo no va bien, y es A la cara que llora, una abeja con mi carro descomponiéndose también

Interpretación moderna

En la sociedad moderna, las situaciones de “A la cara que llora, una abeja” se han vuelto más complejas y diversas. Con la difusión de las redes sociales, las desgracias individuales pueden ser diseminadas instantáneamente, creando la posibilidad de ser picado por una nueva “abeja” llamada reacción viral. El fenómeno donde alguien que cometió un error en el trabajo se queja al respecto en redes sociales solo para recibir más críticas es verdaderamente una versión moderna de “A la cara que llora, una abeja.”

En nuestra sociedad de la información, un problema tiende a desencadenar otros problemas en una reacción en cadena. Por ejemplo, un mal funcionamiento del teléfono inteligente puede crear simultáneamente múltiples dificultades: incapacidad de comunicarse para el trabajo, incapacidad de hacer pagos, perderse, y así sucesivamente. Los problemas que solían ser independientes se han vuelto interconectados a través de la tecnología.

Por otro lado, las personas modernas también tienen medios más proactivos para lidiar con tales cadenas de desgracia. Sistemas de seguro integrales, servicios de apoyo diversos, fácil acceso a la información – tenemos incomparablemente más soluciones disponibles que la gente del período Edo.

Sin embargo, interesantemente, las opciones aumentadas a veces pueden convertirse en una nueva “abeja” en forma de presión para “tomar las decisiones correctas”. La psicología de las personas modernas que se culpan a sí mismas cuando son golpeadas por la desgracia, pensando “debe haber habido una mejor manera de manejar esto”, puede tener una complejidad diferente de la irracionalidad expresada por este proverbio.

Cuando la IA escucha esto

Que las abejas se acerquen al rostro de las personas que lloran es en realidad un fenómeno que puede explicarse científicamente. Las abejas son insectos que necesitan sal, y se sienten fuertemente atraídas por el cloruro de sodio que contienen las lágrimas humanas. Especialmente las abejas melíferas necesitan sal de manera indispensable para el mantenimiento de la colmena y el crecimiento de las larvas, por lo que muestran un comportamiento activo de búsqueda de fluidos corporales como el sudor y las lágrimas.

Lo interesante es que los receptores olfativos de las abejas pueden detectar químicamente el estado emocional de los humanos. Existen reportes de investigación que indican que las abejas reaccionan al cortisol, la hormona del estrés que se secreta cuando lloramos, y a ciertas feromonas liberadas por las glándulas lagrimales. Esto significa que las personas tristes podrían estar emitiendo literalmente “señales químicas que atraen a las abejas”.

Aún más sorprendente es la relación entre el comportamiento agresivo de las abejas y el estado emocional humano. Las personas que sienten estrés tienden a experimentar un aumento de la temperatura corporal y una respiración más superficial, y se ha descubierto que estos cambios fisiológicos estimulan el instinto de alerta de las abejas. Como las abejas reconocen los cambios en la concentración de dióxido de carbono y el aumento de temperatura corporal como amenazas, se crea un círculo vicioso donde las personas que ya están en situaciones difíciles tienen mayor riesgo de ser picadas por abejas.

Este proverbio podría no ser simplemente una expresión sobre la acumulación de mala suerte, sino una observación sorprendentemente científica que captó de manera aguda la interacción entre el estado fisiológico humano y el comportamiento de los insectos.

Lecciones para hoy

“A la cara que llora, una abeja” nos enseña la realidad de que hay momentos en la vida cuando eventos irracionales se acumulan, y la fuerza humana para seguir caminando a pesar de esto. Este proverbio no son solo palabras para lamentar la desgracia. Más bien, nos da la sabiduría para ver situaciones difíciles objetivamente y examinarlas desde una ligera distancia.

En la sociedad moderna, es común que el siguiente desafío aparezca antes de que un problema sea resuelto. Trabajo, relaciones, salud y problemas de dinero pueden todos venir corriendo a la vez. En tales momentos, recordar este proverbio nos permite organizar la situación pensando “ahora mismo estoy en un estado de A la cara que llora, una abeja.”

Lo que es importante es entender que esta situación no es permanente. Después de picar, una abeja no se queda ahí para siempre. El dolor también se desvanece con el tiempo. Las cadenas de desgracia también inevitablemente llegan a su fin.

Este proverbio también nos enseña consideración por aquellos a nuestro alrededor. La bondad de ser conscientes de no poner cargas adicionales en alguien que está en una situación difícil. Y la calidez de apoyar a aquellos golpeados por la desgracia. Nos recuerda de nuevo la importancia de tal consideración humana.

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